¿Eres un buen CEO?

Comienzo con dos afirmaciones políticamente incorrectas, a la vez que pródigamente generalizadas. La primera es fruto de años entrevistando a profesionales: el principal motivo de cambio de empleo (90%) es la falta de sintonía con el responsable directo. La segunda, entrando en materia, es confirmar un rumor difundido: es muy difícil encontrar CEO humildes (si bien recurro a la evidencia de que el éxito —profesional en este caso— dinamita a veces la humildad).

Las empresas ambicionan implantar medidas innovadoras de retención, fidelización, enamoramiento del talento, pero hasta que cada responsable de equipos no sea capaz de hacerlo de una manera eficiente y buena estaremos perdiendo tiempo y recursos inútilmente.

En estos momentos convulsos, los verdaderos líderes, y en este caso los grandes CEO, están saliendo a relucir. Ahora bien, ¿qué cualidades reúnen y cómo afrontan esta crisis? Preguntas lícitas en aras de aprender en base a la experiencia, pudiendo aplicarlo en nuestro día a día.

Analizando el vocablo líder, y entendiendo que un buen CEO debe ser ante todo un buen líder, encontramos que proviene del inglés leader, que significa “guía”. Palabra compuesta por dos términos: lead, que expresa “dirigir”, y el sufijo -er, que significa “el agente que hace la acción”. Por tanto, en la figura de CEO esperamos a alguien que tome decisiones, confiando que las mismas sean buenas para el crecimiento de la compañía, para las personas implicadas (empleados y clientes) y, en último caso, para sí mismo.

Alexandre Dianine-Harvard, en su libro ‘Perfil del líder: hacia un liderazgo virtuoso’, define seis virtudes fundamentales del líder y sobre estas me quiero apoyar. Identificar esas virtudes puede ser útil para descubrir nuestras áreas de mejora y trabajarlas.

Como decía Aristóteles, en ‘Ética a Nicómaco’: “Así, pues, las virtudes no existen en nosotros por la sola acción de la naturaleza, ni tampoco contra las leyes de la misma, sino que la naturaleza nos ha hecho susceptibles de ellas, y el hábito es el que las desenvuelve y las perfecciona en nosotros”. Es reconfortante pensar que somos capaces de adquirir las virtudes mediante la repetición de actos buenos (hábitos) y que son alcanzables por todos.

SEIS VIRTUDES

Estas virtudes, que Dianini-Harvard considera fundamentales en un líder, son: Prudencia, Fortaleza, Dominio de sí, Justicia, Magnanimidad y Humildad. La unión de todas ellas forja a un buen CEO, a un buen líder y a una buena persona a la que todos deseen imitar.

1. Empiezo por la última, humildad. La definición de la RAE indica: “Virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento”. La humildad supone vencer tu propio ego y servir a los demás. El buen CEO es el que sirve de verdad y ayuda a los demás a ser mejores y alcanzar sus objetivos, a la par de vislumbrar sus puntos de mejora, reconociendo y aceptando positivamente los consejos recibidos. Saber pedir perdón, reconocer tus errores o valorar con palabras y hechos hasta la última persona del organigrama son ejemplos visibles.

2. El buen CEO debe ser capaz de tomar decisiones acertadas continuamente y con cierta celeridad, y para ello es clave la prudencia. Según la tercera acepción del mencionado diccionario: “En el cristianismo, es una de las cuatro virtudes cardinales, que consiste en discernir y distinguir lo que es bueno o malo, para seguirlo o huir de ello”. Es clave, antes de ejecutar cualquier acción, saber discernir si es adecuada y qué consecuencias trae consigo. Debemos tener cuidado en cómo afectan nuestras decisiones a las personas implicadas, ya que a menudo cometemos errores de este tipo por falta de prudencia. Llegado el caso, lo mejor es pedir disculpas lo antes posible y sin excusas, tratando de reparar el mal ocasionado si es posible.

3. Es clave en un buen CEO mantener el rumbo marcado y resistir a cualquier tipo de imposiciones. Para conseguir este objetivo necesitamos la virtud de la fortaleza. Es muy sencillo cambiar de pareceres por presiones de accionistas, clientes o terceros, afectando esto a los profesionales de la compañía. Si ocurriese, antes de virar sería bueno confirmar la conveniencia del cambio y comunicarlo con delicadeza a los afectados.

 

4. La capacidad de mantener bajo control los impulsos instintivos de nuestras pasiones es el dominio de sí. Es el control que debemos tener de nosotros mismos en todos nuestros comportamientos. Salir de nosotros y pensar en los demás para ejercer un liderazgo virtuoso.

5. Justicia como principio moral que lleva a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece. Es clave que la persona que lidera sea capaz de valorar y premiar a las personas por sus méritos, tratando de ser justo, dando el protagonismo a quien de verdad se lo merece. En este punto, me gustaría recordar una cita del psicólogo estadounidense Jess Lair: “El elogio es como la luz del sol para el espíritu humano; no podemos florecer y crecer sin él”. Interesante también la cita de Dale Carnegie:

“Aunque casi todos estamos demasiado dispuestos a aplicar a la gente el viento frío de la crítica, siempre sentimos cierta desgana cuando se trata de darle al prójimo la luz cálida del elogio”. Todos tendremos experiencias de cómo esas palabras de elogio de alguno de nuestros responsables nos encendieron y motivaron a hacer mejor nuestro cometido. ¡Cuánto poder tienen aquí los buenos CEO que con una sola palabra de ánimo o de reconocimiento a sus colaboradores pueden cambiar sus vidas por completo o al menos darles un impulso imposible de conseguir con otras herramientas!. Sería apasionante que cada CEO se marcase como meta elogiar todos los días a un número determinado de colaboradores.

6. Por último, la magnanimidad. Encontramos, entre otras, estas definiciones: “Benevolencia, clemencia. Desprendimiento o generosidad”. Esta virtud consigue dotar al CEO de la suficiente rectitud para fijar objetivos para sí mismo y para los demás. Es una virtud que tiende a la realización de cosas grandes y a ser bueno con mayúsculas, opuesto a ese buenismo generalizado. Es fundamental contar con líderes buenos en las empresas, que obren buscando de nuevo el bien de sus compañías, empleados y sociedad. El líder que sólo piensa en sí mismo, o en el fruto personal que sacará de esa decisión, indudablemente tiene camino de mejora.

EL VALOR DE LA HUMILDAD

Es extraño encontrar CEO humildes, pero cada vez los vemos más. Es necesario tomar decisiones rápidas, y clave, en este mundo cambiante y veloz. Los CEO poco humildes pueden parecer a priori mejores porque pensarán que pocas ideas son más brillantes que las suyas y tomarán raudas decisiones. Nos encontramos entonces ante un hecho: para que estas decisiones sean certeras deberían aunarse la soberbia con una inteligencia fuera de lo común. Por ello, la recomendación a cualquier CEO sería: reconocer humildemente que todos pueden aportar, que tenemos gente alrededor muy capaz e inteligente (misión de captación de talento donde debe estar implicado el CEO). Aceptando y solicitando de buen modo el consejo de los demás, para después y sin dilación, tomar decisiones lo más atinadas posibles. Apuntar también que estas decisiones no deben ser siempre fruto del consenso, pero sí producto de una deliberación exhaustiva y razonada, apoyada en los consejos recibidos.

En general, si queremos que las personas de nuestro equipo salgan de ese 90% que mencionábamos al inicio, trabajemos las virtudes necesarias para ser un buen líder y CEO, que, además de guiarnos a tener éxito profesional, nos ayudarán a nuestro éxito personal y familiar.

Juan Antonio Martinez